La ciudad de Metz es la capital de la región de Lorena, al noreste de Francia. Su patrimonio arquitectónico es la principal atracción, y está constituido sobre todo por monumentos imponentes, capaces de sorprender a miles de turistas cada temporada.
Las maravillas comienzan en Metz apenas uno ingresa a la ciudad. Y esto no es una exageración. Si uno llega en tren, lo primero para observar será la estación, que con su magnífica belleza nos da una bienvenida inmejorable.
Todo en ella da la sensación de que se trata de una catedral de estilo románico. Las decoraciones talladas representan escenas de guerreros, campesinos y personajes de la vida cotidiana, y las inmensas vidrieras del más exquisito vitreaux deslumbran al refractar la luz solar. Una inmensa torre que culmina en un campanario mide 300 metros de alto, y un reloj modernista da un toque peculiar a esta edificación de principios del siglo XX.
Una vez que nos hemos recuperado de la excelente impresión causada tras la llegada, podemos disponernos a recorrer la ciudad. El Arsenal será el destino principal. Se trata de un edificio militar atribuido a Napoleón III. En la actualidad, es famoso por su sala de conciertos, que combina el clasicismo original con las líneas modernistas introducidas por Ricardo Bofill, quien estuvo a cargo de las restauraciones.
Más allá el Arsenal, llegamos a la Explanada, donde podemos observar el centro recreativo de la ciudad y el monte Saint-Quentin, a 358 metros de altura. Si continuamos camino, llegaremos al mercado cubierto. Vale la pena detenerse aquí y disfrutar del ambiente alegre y juvenil de sus senderos peatonales.
Nuestro último destino será el Moyen Pont, un puente que atraviesa el río Mosela. Desde allí, se pueden obtener bellísimas vistas de la ciudad, incluidos el Templo Nuevo, y el Teatro de la Ópera, el más antiguo de toda Francia. Ningún recorrido por Metz estaría completo sin visitar su Catedral de St-Etienne, pero eso será otro capítulo.
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Foto Vía: Flickr