Al igual que sus vecinos los suizos y los belgas, Francia también desarrolló su propio arte del chocolate. La cocina francesa está reconocida en el mundo entero como una de las mejores, y con el chocolate no podían ser menos.
El chocolate llegó a Francia durante el siglo XVII. Primero cautivó a la corte como bebida agridulce y algo picante, en tiempos de Luis XIII, no sin crear cierta controversia: Algunos pensaban que el chocolate tenía propiedades digestivas y reconstituyentes, pero sin embargo otros pensaban que era un potente afrodisíaco que fomentaba el vicio. Finalmente el chocolate acabó en las farmacias de toda Francia.
Con la industrialización, el chocolate pudo producirse y comercializarse en mayor escala. Todos los franceses tomaban chocolate, tanto en modo de bebida como en tableta. Al igual que con su cocina y sus vinos, el fino paladar francés se decantó por el chocolate negro, de intenso sabor y rico en matices.
Los maestros chocolateros franceses han ido reinventando la idea del chocolate. En su búsqueda de diversas texturas, cremosidades, dulzuras se han hecho con uno de los primeros puestos mundiales en la elaboración tan delicioso producto. Así que resultará imprescindible probarlos en vuestros viajes a París, ¿no?.
En 1901 fue creada la Academia Francesa de los Maestros Chocolateros y Confiteros, dirigida por cuarenta expertos del chocolate, que, ayudados por escritores y abogados se alzaron como órgano educativo y creó un diccionario propio de chocolatería. Así, nombres de ingredientes, utensilios y técnicas relacionadas con el arte del chocolate quedaban catalogadas para el conocimiento universal.
Cuando escuches decir “chocolate a la francesa”, se trata de una taza de buen chocolate caliente. Ellos ponen a hervir el chocolate en agua durante 10 minutos, le agregan crema de leche batida y le dan un hervor, luego lo baten y lo sirven con crema batida, ¿a que apetece? En los fríos días que se avecinan no puedo imaginar algo mejor.