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El jardin de las Tullerias, delicias de la realeza

Se trata sin duda de uno de los parques más grandes y famosos de París: el jardín de las Tullerías ha sido recorrido por la realeza, por la alta sociedad parisiense del siglo XVII y fue testigo de magníficas fiestas a las que asistieron los miembros más destacados de la nobleza. Hoy, sus puertas se encuentran abiertas al público, y los tesoros que guarda son apreciados por millones de turistas cada año.

En 1563, Catalina de Médicis mandó a construir un palacio al que llamó Tuileries por las fábricas de tuiles –un tipo de teja– que funcionaban en el lugar con anterioridad. El espacio que ocupa el edificio se extiende a lo largo de toda la Avenue du Général-Lemonnier, muy cerca del Louvre.

En 1664, el ministro de finanzas de Luis XIV contrató a André Le Nôtre para que diseñara los jardines del palacio, y lo abrió a la alta sociedad de París. Se trató del primer jardín público de la ciudad. El resultado del trabajo de Le Nôtre incluyó avenidas arboladas de arces, castaños de indias, cipreses y olmos, en las cuales fueron colocándose diversas estatuas, y arreglos de tulipanes y claveles. El gran estanque redondo fue el primero en ser construido, seguido por otros dos de menor proporción y finalmente, en 1669, el famoso estanque octogonal, al oeste del parque.

Durante la Revolución Francesa, tanto el palacio como los jardines fueron tomados por el poder republicano, y el plan de reestructuración transformó el jardín italiano en uno inglés. A fines del siglo XVIII, el estilo dominante era el neoclasicista, con abundancia de estatuas restauradas pertenecientes a la nobleza. Napoleón retomó un antiguo plan real de unir el Palacio de las Tullerías con el Louvre, y mandó a edificar el Arco de Carrousel.

A finales del siglo XIX, tras el incendio y demolición del palacio, los jardines fueron nuevamente de acceso público y en ellos tuvieron lugar numerosos eventos sociales. Este rol festivo tuvo su fin en 1989, bicentenario de la revolución, que consagró al Jardín de las Tullerías como un espacio de paseo, cuyos estanques, vegetación y escultura lo convierten en un verdadero museo al aire libre.

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Foto Vía: guardian.co.uk